Y de repente la habitación se quedó en silencio, sin contar con los mediocres diálogos de la TV. Pasados unos instantes la luz del televisor iluminó sus labios, que estaban entreabiertos, y su mirada, que estaba fija en mí: cual depredador acechando a su presa.
Mis labios se curvaron en una media sonrisa, que 'pena' que él no supiera que yo era el cazador esta noche.
Que 'pena' que en un movimiento ágil y rápido ya estuviera prisionero de mis piernas. Mis dedos desataban poco a poco los botones de su camisa, mientras en su mirada se observada una febril desesperación.
Reconozco que siempre he encontrado un punto excitante en esas miradas tan impacientes a la par de fogosas.
Él ahí tan sentado y acorralado, cuando se le notaba tan energético. Y yo anudando su cintura en el abrazo de mis piernas, cuando parecía más vulnerable.
Qué fácil resultó dejarle que me desnudara a cambio de sus prendas de ropa, qué fácil resulta disfrutar de algo tan carnal a pesar de no haber sentimientos de por medio.
Era tan mío, y yo era tan poco suya,... Por eso resultaba fácil, dominarle en ese sentido.
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