Típico que estas imaginándote deambulando en una calle
cualquiera, a media tarde. Los rayos del sol acarician tus mejillas pero el
verano queda aún muy lejos. Miras el camino: su cemento es de un gris muy
tenue, desgastado. Y lo miras, y sientes la presencia de ese millar de gente
que ya ha deambulado, tiempo atrás, por el sitio donde hoy, en este mismo
instante, posas tus pies. Gente con cientos de historias diferentes, con
motivos diversos y opuestos.
Sin embargo, el camino se queda hoy vacío, sólo y
desgastado. Y te pones de cuclillas, solo por verlo más de cerca. Tocas el
cemento con un dedo, sus grietas,… como si eso tuviera la extraña habilidad de
hacerte sentir más cerca del sentimiento desolado, como si ese gesto pudiera
curar el paso del tiempo.. Y querrías bañarlo con una lagrima y hacer que su
silencio fuera más llevadero. Pero simplemente te quedas mirándolo, sumiso en
tus pensamientos, como si en ese momento fueras la persona más apática del
mundo si juzgaran tu expresión.
Y miras el suelo otra vez, que blanquecino está ya. ¿Estará
mi alma de igual manera que esta carretera?
Me levanto, ¿Cómo un suelo me puede hacer pensar tanto? La
respuesta es difusa e incompleta. Me siento como algo viejo, desgastado. Y no
puedo evitar ver mi reflejo en aquello donde, a pesar de ser inanimado, el paso
del tiempo se convierte en algo tangible.
Hoy me siento como un viejo que se aleja del mundo para dar
su último suspiro en silencio, con esa capacidad de rememorar toda una vida en
lo que dura un cigarrillo. Lo recuerda todo sin pensar, tal vez solo ‘siente’
lo que fue su vida, y se permite dejar la mente en blanco.
Una calada más.
Una calada menos.
Y llega su fin.
Abro los ojos en el ‘mundo real’. Miro mis manos,… mi
habitación. Ya no recorro la metáfora del camino, ahora lo construyo. Se
quiebra el primer suspiro… ¿a dónde voy?
La verdad es que pienso demasiado, es a la ultima conclusión
a la que llego, y me quedo esos instantes que determinan el llegar tarde o
llegar a tiempo mirando el techo, como si quisiera pensar, pero en realidad
tengo la mente en blanco: pasan tantas cosas por mi cabeza que todo se
convierte en un borrón y luego, luego llega la nada.
El principio que pone punto y final a quedarse inmóvil, y te
levantas, y comienzas un nuevo día, y,… y sigues cavilando.
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