a palpar
mi propio cielo.
La inspiración se escapa, la vida se acaba. Lo único que queda es correr por por si así me alcanza.
Cuento los segundos, en silencio, porque siempre he sido más de callar.
¿Cuando volverás?
La espera saca el poeta deshecho a tristeza al que a veces doy (mi) vida. Y te pienso en cada estrella, imaginando que quizás, por extraño que sea el azar, estés contemplando esa misma luz. Y fugazmente, ya no me siento tan lejos, y casi llego a sentir el tacto de un abrazo perdido entre recuerdos.
Te estoy añorando en cada instante que pierdo el norte, y vislumbro el brillo de tu mirada en la belleza que me rodea: en pequeñas flores blancas que se enredan en el manto verde que colma de vida este paisaje. Podría pasarme la vida buscando un trébol de cuatro hojas sólo por sentirte más cerca.
Y sonrío, por el mero echo de concebirte sobre el mismo lecho de suaves y tiernas hierbas que el mío, tumbado al sol y con los ojos cerrados: que bonito eres. Y que poco te queda para quedar preso de mis enredos, de mis caricias. Que ganas de confesarte que tu piel es lo mas cálido que mis dedos jamás tuvieron la osadía de imaginar.
Solo me queda admitir un último secreto:
Te quiero en mi vida.
Y de tanto preguntar me quede con las manos mas vacías de este hogar, rememorando las palabras de una escritora: ¿Puedes seguir enamorada de alguien que has dejado de querer?
Amar sinsentido
y sin querer
recuerdos traslúcidos,
imperativos,
pasados,
hirientes.
¿Cuando la luz es sólo luz, y no el ensueño que siempre prometiste?
El mar ya es sólo mar, y no todo lo que te tuve que sangrar.
Son todo murallas de sal, (y limón),
a estas cicatrices que a veces desvanecen
y otras supuran.
Y sin querer llega otro, perdido y sin rumbo, con media sonrisa de pena, media de sorpresa:
Parece que quiera curar todo el daño
para sembrar el suyo propio.
Entrar cerrando puertas y abriendo ventanas, para que pueda ver todo lo que no viviré.
Pero, por un instante se que podré volar sin alas: todo esto es mi cielo. Pero estoy deshecha a enredos,... no aguantaré mucho sin el escándalo de la caída.
Siempre fui rápida en la huída, pero a qué precio: partes de mi vida, de mi alma.
Para quedarme en silencio, sin nada, yo y mis manos que palpan la ausencia allá donde habito.
Yo y mis manos, mis manos y yo,
y la nube de algodón.
- Una cosa tengo clara, y es que tú nunca encajaste en mi vida. Ni siquiera tuviste una oportunidad... Y aún así te dejé entrar. Suena contradictorio...
- Entonces, ¿Por qué...?
Antes de que pudieras acabar de formular la pregunta yo ya tenía la respuesta. No me culpes, es que eres demasiado predecible:
- Por mentirme a mi misma, una y otra vez, porque creí que podría engañar al destino, pensé que os podía engañar a todos.
Hoy te escribí. Sí, lo hice.
Tengo ganas de verte, puse.
Pero lo dejé en el borrador.
- Soy una cobarde - admití.
Recuerdo una vez que me gritaron un te quiero y no fui capaz de desnudar mi corazón.
Recuerdo cuando al final se alejó de mi.
Hoy me atormenta el debate, tengo miedo del bucle. ¿Por qué cuesta tanto gritar lo que se siente?
Siempre les digo a mis amigos que pueden confesarse conmigo, que soy una tumba.
Ojalá supieran que literales pueden llegar a ser mis palabras, que carcel llevo a rastras.
Ojalá pudiera decirle todo lo que siento, ojalá pudiera deshacerme de estas cadenas.
Ojalá un te quiero de mis labios pudiese volar, creyendo ser libre.