miércoles, 19 de octubre de 2016

Ay.

Ay, ahí:
Justo ahí, empequeñeciendo las espinas y sanando mi propio veneno, revirtiendo el tiempo a escala de una caricia en la mejilla, convirtiéndolo en espiral de delicia.
Pensarte se convierte en sinónimo de paz, sintiendo la guerra en el estómago por dudar en la dulce incertidumbre del haz de luz de una mirada, ajena, que destaca y se convierte en singular. 
Y por ver, veo cada mañana en el espejo mi reflejo sonriendo tímidamente, como si no supiera nada, como si pudiera esconder del mundo aquel beso. Por eso sentirte se hace fácil en tu ausencia.

Y estar contigo es desconocido, es terreno libre por descubrir, por vivir, por sentir, por pensar.

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