Tu mirada delató aquel frío tan amargo,
el complicado zig-zag del que no hablan
los convencionales cuentos de antaño:
Esos que nos cuentan desde la infancia,
esos que nos empujan al amor insano.
Ahora solo hay jóvenes codiciosos
que esconden intenciones tachadas,
Vistiéndose de príncipe azul: todos locos.
Reprimiendo la vida, censurando el habla.
Todo en paralelo y un plan en marcha.
Odiar deseos y el cuerpo que los alberga,
odiar exponerse al mundo sin miedo,
odiar la independencia: odiarlas a ellas.
Sociedad machista, sociedad de egos.
Y además, odiado si paras, y piensas.
Me das pena: tu y tu forma de llevar
los instintos más básicos al infierno.
Condenarlo: convertirme en presa.
Convertir palabras en cadena de hierro,
al precio de consumirte como una vela.
Pero aquí estoy, sigo siendo libre.
Aprendí a esquivar todas las balas:
Palabras insanas de peor calibre
que sus pensamientos de anciana
temerosa de dios, que sin vida vive.
Al menos aquí estoy, aquí me tengo.
Y si quieres hablamos de amor,
pero cuidado con encender el fuego
y acabe por mostrarte mi corazón:
El de mi mano, en tu boca, cabrón.
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