sábado, 3 de diciembre de 2016

Fisuras

A veces siento que tenso la cuerda, y la tenso, y la tenso,... ¿Cuándo se va a romper? Esas son las bases de mis miedos: ¿Dónde me agarraré cuando ceda la maldita cuerda?

Estoy harta de sacar las alas de emergencia por intentar no estamparme contra la realidad. Porque siempre duele demasiado el motivo por el que tiro con desesperación de la palanca roja. Siempre duele, y me pregunto cuándo cederé yo y me romperé al fin. También me pregunto qué dolerá más: si el vuelo en soledad o estamparse brutalmente, a la larga.

Al fin y al cabo mi suerte maldita hace que sea siempre yo la que se rompa, y el mundo parece intacto. Y lo que más pesa es no divisar en el horizonte un rayo de esperanza. Un rayo de esperanza que no albergue la cruel duda del paso del tiempo.

Quizás por eso esté condenada a buscar algo que no existe. Quizás el tiempo sea la base estable a las dudas, y junto a estas: todo lo que consiga arraigar en ellas. Un sinfín de fisuras a la razón, al corazón,...

Hoy sigo volando alto, y el tiempo y las dudas me acompañan, infectando este cielo azul de malas hierbas, grabando en él una sola pregunta:

¿Cuándo cederá la cuerda?

¿Cuándo?

En mis ojos ya no hay vendas, ya puedo ver mi cruel condena eterna.

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