miércoles, 26 de octubre de 2016

Actuar.

Me hablan de la vida, como si entendiesen de ella.Y están tan perdidos como yo.

He encontrado a gente por el camino que también comparte mi dolor, y de sus labios salen mis palabras: 'Nada tiene sentido'. Y es que, quizás, buscarle el sentido no merece la pena.

De vez en cuando me suelo preguntar si
existe la certeza de que realmente hay un destino, una lógica que seguir. Y casi llego a palpar cuanto masoquismo alberga esa pregunta, cuanto dolor.

¿Por qué necesitamos tantas respuestas? ¿Por qué nos preguntamos tantas cosas?

Casi prefiero no cavilar más. Me retiro, del pensamiento, y de esto a lo que llamáis vida, que no lo es.

Prefiero vivir otras cosas, otras convenciones sociales, otra cultura; que me pregunten que quiero ser de mayor y no ver esas expresiones mediocres al escuchar mi respuesta: 'Feliz, de mayor quiero ser feliz'.

Es tan sencillo como esto, lo que me lleva a la siguiente pregunta: ¿Es la vida un estado?

Estado de ánimo, digo, porque para mi, el lloro desacompasado entre la nostalgia y la melancolía es la muerte del alma.
De esta alma que se pregunta a qué saben los labios después de ser besados con ternura.

Pero aquí se acaban las preguntas, no pienso usar más interrogantes: hay que escribir en esa famosa hoja en blanco.

Actuar o morir.

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