lunes, 24 de octubre de 2016

Escudo Humano

Blanco o negro: No, la vida no es así.

A veces confieso que no distingo esa gran variedad de grises que ofrece la vida, se escapan de entre mis dedos, de mi entendimiento.

A veces juraría que es sólo un espejismo. A veces juraría que puedo tocar la venda en mis ojos.

Todos escogen su propio camino, entrelazándose y separándose cuales espirales imperfectas y superpuestas que son; viven de giros, solitarios y en carne viva. Y arremeten con furia contra mis pasos, dejándome entre la espada y la pared.

Sólo me queda cerrar los ojos con fuerza, sin poder mirar al frente, sintiendo ya el frío de la soledad negra con la que me atacan.

¿Cómo puede asfixiar tanto la violencia del mundo?

Espero en tensión el golpe crítico, y no aparece, ¿Por qué alargan la espera? ¡Apreta el gatillo, mundo! No merece la pena la tortura de cuándo llegará el momento.

No lo puedo evitar: La primera lágrima cae.

Siento la brutalidad del final, la escandalosa oscuridad de quienes ven el mundo en blanco y negro. ¿Por qué duele tanto?

Solo dejo caer mi cuerpo y mis ojos y mis lágrimas y mi vida, saboreando el último segundo de estar viva desde la rotura.

Y justo cuando pensaba morir, todo desaparece, ya no estoy allí. ¿Cómo....?
Me pregunto qué pasa y unos ojos se enredan entre los míos. ¿Cómo has podido salvarme así? ¿Cómo has conseguido alejar el abismo de mi?

¿Cómo has logrado encontrarme?

No lo puedo evitar: La segunda lágrima cae. Pero esta vez es diferente, esta vez no impacta contra la tierra, son tus dedos quienes las pliegan y las convierten en vapor.
Sabes exactamente que hacer: porque a ti también te han roto.

Eres justo esa tonalidad de gris que necesitaba

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