jueves, 13 de octubre de 2016

El viento y su silbido

Entre susurros te extraño, entre suspiros te siento.
Eres la rápida ráfaja fría de aire, en otoño, arrastrando cadáveres de flores y malas hiervas. Demonios y ángeles en un mismo saco. Calcinación, destrucción: de lo bueno y lo malo.
La primera letra en una hoja en blanco. El punto y final que se convierte en antónimo y marca un principio, abriendo la brecha entre dos historias: haciendo opaco el destino, oscureciendo las miradas que ya no sienten ni perecen ni cantan ni bailan. Ni nada.
Y te veo, en cada latir de cada extraño, en el pestañeo inconsciente y preocupado.
Y ya estas lejos, y tan cerca, que te busco y no te encuentro cuando te sientas a mi lado... Es tan grande la muralla que al cojerte de la mano siento la caricia helada de fantasmas del pasado.
¿Dónde está tu calor?

Creo que el problema soy yo, esa alma que ya no siente ni perece ni canta ni baila. Ni nada.

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