viernes, 15 de julio de 2016

Viaje a la vida.

Caí en la cuenta de que estaba presa de mi propia moraleja justo en aquel instante,  cuando la felicidad parecía florecer de forma tenue y esperanzada.

Cuando las cosas van viento en popa  todo parece víctima de un hechizo temporal donde sólo existe el presente, y el futuro son solo charlas ambiciosas de sábado noche o de un miércoles de café por la tarde:
"Y justo en ese momento miras la calle tras el cristal. Tu eres el que da vida a un reflejo de cara pensativa que remueve un café. Desde fuera un desconocido pasará con prisas camino del trabajo. Por un segundo vuestras miradas se cruzarán y entonces es cuando se preguntará: ¿Qué le afligirá tras esa sonrisa coraza? Es solo el triste reflejo de la farsa"

Es miércoles tarde, obviamente, de esos que se llenan de charlas que se ocultan tras términos como "trascendental" e "importante".

Y al final, todo se reduce en respirar. Respirar y luchar. Porque los planes implican control, y el control siempre será una falacia a términos reales.

Desconocido, esa es la respuesta a tu pregunta. Me exigen control, y no podemos dominar todas las variables que pecan de abusar del azar, ¿Por qué no nos tomamos la vida más en serio? Me refiero a vivir el día a día. No hacerlo es suicidar las sonrisas, negarnos el camino del bienestar. Es derretirse en la velocidad. Siempre con prisas por llegar al mañana, para que cuando llegue ese momento solo pensar en el siguiente. Nunca parar. Nunca disfrutar.

Yo prefiero tirar de palanca de freno, bajarme de este coche y respirar. Estirar las piernas. Vivir.

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