martes, 12 de julio de 2016

Inexistente

A veces te escribo en una mueca, que se hunde en los labios. Otras veces, juro que te veo en cada lágrima, incluso en la de desconocidos:
Ahí estás, en todas las penas, en cada una de ellas, como si fueses el reflejo. Aunque nunca supe si eras la imagen o el espejo.
Despegarme de ti fue llevarme esa conciencia: tu dolor en cada parte del mundo, en cada rincón habido y por haber.
Ha pasado tanto tiempo que invertí el rol de pensamientos, personifiqué el dolor, la negrura y la autodestrucción con tu persona, apoderándose de tu conciencia. Y no fue por capricho: muchas veces me pregunte si había algo más ahí dentro, en tu interior, que no fuera eso. Y bueno, solo te puedo decir que me sobraron varios dedos de la mano contando tus alegrías, o cada vez que simplemente sonreías distraidamente.

Estás desecho, hasta los cimientos: Ya no queda nada de ti, ya no queda nada de nosotros.

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